via TheHistoryGuy & CaspianReport
El 13 de enero de 1842, un hombre solo a caballo se acercó a la guarnición británica de Jalalabad, donde los soldados esperaban a un ejército de varios miles en retirada. Agotado, el hombre tenía parte del cráneo afeitado por una espada y su caballo estaba tan agotado que pronto perecería. Cuando lo llevaron al interior de las murallas de la ciudad, le preguntaron dónde estaba el resto del ejército. “Yo soy el ejército”, respondió. Así terminó la desastrosa retirada de Kabul, donde miles de soldados de las fuerzas británicas y miles de civiles quedaron totalmente destruidos.
En realidad no era el ejército regular del que estamos hablando sino el de la Compañía de las Indias Orientales, aquella empresa privada que recibió el monopolio del comercio con Asia en el siglo XVII y luego, tras fusionarse en 1702 con su rival, la Compañía Inglesa de Comercio para las Indias Orientales, ejerció el gobierno y la administración de esa parte del mundo con el visto bueno de Londres hasta que la Government of India Act de 1858, promulgada tras el desastre del Motín de los Cipayos, transfirió el control a la Corona directamente.